martes, 8 de febrero de 2011

De plazas y puntos en común

Ayer en Hora 25 dedicaron un hermoso espacio a las plazas más significativas del mundo a la hora de acoger grandes manifestaciones. Hablaban de Tiananmen, el Zócalo y de la impronunciable de El Cairo, donde los egipcios han demostrado cuán fuerte es el sentimiento árabe versus los sátrapas consentidos de occidente.
La hora que duró la charla fue sencillamente deliciosa, de esas que te reconcilian con el medio radiofónico, aunque todos sabemos de sus servidumbres, más cuando la emisora en cuestión, como otras tantas, cumplen las razones que mueven sus grupos. Sin embargo a mí me vino a la mente, mis mejores plazas, aquellas que me sugirieron algo más que el espacio físico. Desconocedor en muchas ocasiones de lo que allí ocurrió realmente pero tocado por su belleza.
Plazas importantes he disfrutado unas cuantas. Las suntuosas Grand Place de Bruselas o la Vendôme parisina. Las arquetípicas de Salamanca, Madrid o una poco conocida, pero también ejemplar, las Tendillas cordobesa. Las coloniales de Cuzco, en su caso de armas, Lima o Arequipa, todas en el Perú. La inacabada, por ser uno de sus lados el propio Tajo, del Comercio lisboeta, sin obviar la vecina del Rossio, allí donde las escopetas calzaron claveles. Las he visto propias del imaginario infantil, la vieja de Praga por ejemplo, o la monumental de los Habsburgo de Viena, apabullante barroco. Irregulares en planta como Trafalgar en Londres y forma como Picadilly Circus. Exactos polígonos: Oxford Circus. En Barcelona está la de Catalunya,  indefinible, inabarcable, como la de la Concordia parisina. Perspectivas horizontales, horror al vacío. No sabes verle el límite. Quizá la mejor, la de la Signoria florentina, ese Palacio Viejo en medio, el Perseo con la cabeza de la medusa, la logia, las imitaciones del David, los Ufficci. El culmen de Florencia. Luego estás las santiaguesas, que es como tocar el cielo a través de la piedra "poreada" por el musgo. Cuatro, en otras tantas caras de la catedral, la meta del camino se concibe a través del Obradoiro, pero no deja de ser plena si no se cruza las Platerias, Quintana y Azabachería. Cuatro facturas, cuatro espacios, cuatro sueños. Las plazas, desde los inmemoriales tiempos griegos, son el centro de la vida de las ciudades, y deben seguir siéndolo, en ellas el contacto físico que nuestros quehaceres nos obligan a omitir surge. Las plazas son la dimensión humana de la postmodernidad. Temple ala agresividad que nos corre por las venas. A ellas vamos. A ellas debemos ir. Que no queden cual escenario de souvenir turístico es la clave para su perpetuidad.

En la foto la plaza mayor de Salamanca, quizá la más famosa de España. Desde luego cuando llueve fotografiarla es una gozada

No hay comentarios:

Publicar un comentario